Educación en inteligencia emocional, ¿sabes qué es?
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Imagina por un momento esa escena tan cotidiana en muchas familias: un niño se para frente a un escaparate y observa con deseo uno de los juguetes que allí se exponen. Acto seguido, pide a sus padres que se lo compren. Llora, patalea, pero finalmente se va a casa sin él. Sin saberlo, está aprendiendo a tolerar la frustración y está desarrollando su inteligencia emocional. Con el tiempo, este niño habrá perfeccionado ciertas habilidades que le permitirán alcanzar sus objetivos y, lo que es más importante, ser feliz.
Eso es, a grandes rasgos, una parte de lo que supone la inteligencia emocional, aquella que no se aprende en las escuelas pero que aporta conocimientos tan valiosos como los que se encuentran en los libros de texto.
No es ni mejor ni peor. Sencillamente, ambas inteligencias (la emocional y la cognitiva) van de la mano. Para entenderlo mejor, la inteligencia emocional es al cerebro lo que la gasolina a un motor. Es lo que da el impulso necesario para desenvolverse en el mundo.
Daniel Goleman, psicólogo estadounidense y autor del libro Inteligencia emocional, decía que:
“Lo que realmente importa para el éxito, el carácter, la felicidad y los logros vitales es un conjunto definido de habilidades sociales, no solo habilidades cognitivas que son medidas por tests convencionales de cociente intelectual”.
El éxito que una persona pueda tener en su vida no depende directamente de su cociente intelectual. En el mundo profesional, por ejemplo, las personas que llegan a ocupar altos cargos no son las que más saben, sino aquellas que cuentan con las habilidades sociales y la capacidad de comunicación necesarias para dirigir grupos, tales como la empatía, la asertividad, la capacidad de negociación o la escucha. Es decir, gozan de una buena inteligencia emocional.
Según un estudio realizado por varias universidades estadounidenses y la escuela de negocios ESSEC, la inteligencia emocional sirve también para predecir el éxito que tendrá un trabajador a lo largo de su carrera laboral.
Teniendo en cuenta su capacidad para identificar y gestionar sus emociones se pueden deducir las probabilidades que tendrá para conseguir que le contraten, le suban el sueldo o le asciendan.
No quiere decir que la relación de la inteligencia emocional con el éxito sea de efecto inmediato. El hecho de tener una inteligencia emocional alta por sí mismo no hace a nadie más exitoso, pero sí influye en aspectos cruciales para lograrlo, como la capacidad de comunicación de los empleados.
Un trabajador que sepa gestionar sus emociones e identificar las de su jefe, sabrá adaptar su discurso y hacerlo más eficaz cuando le pida una mejora en sus condiciones laborales. Además, estas personas suelen ser más receptivas a la hora de recibir comentarios negativos y aprender de sus errores, lo que les convierte en más resolutivas y productivas.
¿Qué es la Inteligencia emocional?
La inteligencia emocional es la capacidad que tenemos para gestionar, comprender y manejar nuestras emociones y las de los demás, así como la predisposición a expresarlas e incluso transformarlas.
Aunque una persona no tenga grandes recursos cognitivos, si aprende a gestionar sus emociones de la forma correcta, sabrá identificar sus puntos débiles para superarlos y disfrutará con sus puntos fuertes. La inteligencia emocional es crucial a la hora de conseguir el pleno desarrollo de la inteligencia cognitiva, porque sin emoción no hay aprendizaje.
Por suerte, la inteligencia emocional se puede trabajar y mejorar durante toda la vida, algo que no ocurre con las capacidades de tipo intelectual.
Educación emocional en la familia
La educación emocional en familia es una poderosa herramienta para los hijos para que sean felices y tengan los recursos necesarios para salir a flote ante los diversos obstáculos que encuentren a lo largo de su vida. La inteligencia emocional les hace fuertes, resilientes, reflexivos, empáticos, humildes.
Además, les ayuda a tomar las decisiones adecuadas, ya que no buscan respuestas por impulsos; les enseña a saber ganar y perder, a no tener envidia, a querer y ser querido; y saca el mayor rendimiento de su capacidad cognitiva. En definitiva, les permitirá tener una vida feliz, que es el mayor legado que pueden dejar los padres a sus hijos.
La educación emocional implica respetar los gustos y preferencias de los hijos, marcarles límites sin recurrir a gritos o castigos, estar dispuestos a escuchar, entender y respetar el proceso personal de cada uno y, sobre todo, mostrarles un amor incondicional.
Claves para educar a los niños en emociones
Si quieres llevar la educación emocional a tu hogar, toma nota de estas estrategias que te proponemos:
Enseña a tus hijos que no siempre pueden tener lo que quieren
La frustración por no conseguir algo es uno de los impulsos más difíciles de dominar, sobre todo en la edad adulta. Cuántos casos hay de personas que se hunden ante el más mínimo bache que encuentran en la vida, porque las cosas no salieron como esperaban o como querían.
La tolerancia a la frustración es algo que los padres deben enseñar a sus hijos desde bien pequeños. ¿Cómo? No dándoles todo lo que pidan y fomentando en ellos la virtud de la paciencia haciendo que tengan que esperar antes de conseguir algo. También es importante explicarles las consecuencias de sus acciones para fomentar su autocontrol.
Deja que expresen sus emociones libremente
Todos tenemos derecho a sentirnos tristes o a estar enfadados. Reprimir esas emociones en los niños no es positivo, ya que les hace creer que hay que esconderlas. Desde edades muy tempranas, hay que permitirles expresarse con libertad, mostrar sus emociones, y ayudarles a etiquetar esas emociones.
Fomenta el diálogo dentro de la familia
Si le preguntamos a un niño: “¿qué has hecho hoy en el colegio?”, seguramente su respuesta sea: “nada”. Y fin de la conversación. La mejor forma de fomentar el diálogo dentro del hogar es que sean los padres los que cuenten cosas a sus hijos: cómo ha sido su día en el trabajo, cómo se ha sentido, qué ilusiones tiene, etc.
Ese es un excelente caldo de cultivo para hacer florecer las palabras a los más pequeños de la casa y que, gracias a nuestro ejemplo, nos cuenten lo que han hecho ellos en el cole, o cómo se han sentido.
La habilidad del diálogo les convertirá en personas capaces de negociar y llegar a acuerdos con otras personas a lo largo de su vida.
Trabajar la empatía
La empatía o, lo que es lo mismo, ponerse en el lugar del otro, es uno de los elementos más importantes de la inteligencia emocional, ya que les permitirá negociar con otros de forma democrática y realista y les ayudará a dejar a un lado el egocentrismo.
Desde bien pequeños, hay que desviar su visión del “yo” hacia “los demás”. Por ejemplo, se les puede preguntar si hay algún niño que haya estado más triste en clase o que esté solo en patio. Esta pregunta no solo les hace dejar de pensar en sí mismos, sino que en adelante estarán más pendientes de los otros niños e incluso les ayudarán cuando lo necesiten.
Fomenta la automotivación y alegría
Es muy habitual ver a personas que ante el fracaso se desmotivan y pierden la ilusión. Por eso, desde pequeños hay que hacer entender a los niños que los fracasos son oportunidades, y que de todo se puede sacar algo positivo. Para ello, los padres deben mostrar esa actitud continuamente. ¿Cómo?
Imagina que vais de viaje y en mitad de la carretera se pincha la rueda del coche. En lugar de maldecir, hay que conservar la sonrisa y buscar algo positivo de aquello: “vamos a aprovechar para ver el mecanismo de la rueda, que eso no se puede ver todos los días”.
Este tipo de actos favorecen que el día de mañana sean personas optimistas.
Animales a escribir un diario
Para ser una persona emocionalmente inteligente es indispensable conocer las propias emociones y etiquetarlas. Si los hijos son mayores, un buen método para conseguirlo es mediante un diario en el que escriban cómo se han sentido a lo largo del día.
Elige cuentos y películas que fomenten la inteligencia emocional
Los cuentos y las películas son una buena herramienta para enfatizar estas habilidades en los hijos. En la primera opción podemos destacar El monstruo de colores. En cuanto a películas, tenemos Del Revés (Inside Out), con un compendio de todas las emociones, Wall•E, que habla de la comunicación no verbal, Cómo entrenar a tu dragón, sobre la amistad, o El Gigante de Hierro, un ejemplo de construcción de la propia identidad.
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