Los gases de los coches y fábricas son perjudiciales para la capa de ozono, así como los vertidos y plásticos que se arrojan al mar. Para poder luchar contra el cambio climático y que el planeta no sea peligroso para los que habitamos en él es necesario poner en marcha medidas encaminadas a reducir estos elementos nocivos. La contaminación lumínica por su parte pasa más desapercibida, pero es igual de peligrosa que las anteriores, tanto para la eficiencia del planeta como para la vida de plantas y animales.
¿Qué es la contaminación lumínica?
Es un tipo de contaminación que se produce cuando las emisiones de luz proceden de lámparas artificiales de alta intensidad y que se utilizan para iluminar las calles y edificios durante las horas en las que no hay luz natural. Estas luces artificiales se propulsan en todas las direcciones y tienen multitud de rangos espectrales, además, muchas de ellas se encuentran encendidas de manera innecesaria durante horas en las que no existe falta de luz o no es necesario que se utilicen.
Este tipo de iluminación artificial crea en el cielo nocturno un brillo intenso en todas las ciudades. Esta “boina” de luz se instala sobre los edificios de los núcleos de población haciendo que se vea a varios kilómetros de distancia. El cielo queda iluminado ya que las luces proyectan la luz hacia el firmamento. Esto hace que las estrellas y cuerpos celestes dejen de verse, que se afecte a la vida y al hábitat de animales nocturnos y de los animales que realizan sus migraciones pasando por encima de estas ciudades.
Causas de la contaminación lumínica
La contaminación lumínica surge por la acción del hombre y por tanto es importante conocer las causas que la originan y cómo se puede combatir.
Farolas y fuentes de luz de alta intensidad
Las fuentes de luz pueden ser muy variadas y todas ellas pueden llegar a generar este tipo de contaminación. Las principales luminarias que se encuentran en cualquier ciudad del mundo son las farolas y los focos. Además de estos elementos también provoca contaminación que las bombillas colocadas en los puntos de luz sean de mala calidad y cuya colocación no sea favorable y se proyecte hacia el cielo, en vez de hacia el suelo.
Por lo general la iluminación en las ciudades es de alta intensidad, esto significa que cuanto más alta sea esta, más grave será la pérdida de luz natural. Es decir, cuando la intensidad producida por fuentes artificiales es muy alta disminuye la luz que se percibe del cielo hacia el suelo y hacia otros objetos.
Existen zonas concretas que tienen una iluminación demasiado alta, esto provoca que las zonas que las circundan aumenten también su intensidad, haciendo que la zona que recibe iluminación excesiva sea cada vez mayor. Se trata de una reacción que no tiene fin y que solo tiende a crecer y a incrementar el número de luces.
La principal causa de este problema, no es otra que la acción del hombre que no repara en los daños que una luz mal proyectada y de mala calidad puede causar en el hábitat de especies y en la propia vida de las personas.
Consecuencias de la contaminación lumínica
La contaminación lumínica no solo afecta al consumo energético que realizan las ciudades de manera innecesaria, sino que repercute de manera muy negativa en el medio ambiente y en la salud de los seres vivos.
Daños en el cielo
Las estrellas no se ven en una ciudad muy iluminada, puedes encontrar esta primera consecuencia tan solo con elevar la vista al cielo en cualquier noche en la que no existan nubes. Si la iluminación artificial es de alta intensidad y de mala calidad proyectará su luz hacia arriba y se reducirá hasta el 90 por ciento la cantidad de estrellas y cuerpos celestes que producen luz de manera autónoma desde el cielo. Esto provoca que no puedan observarse a simple vista y que sea necesario el uso de telescopios de tipo profesional.
Gasto de energía
Se estima que más del 50 por ciento de la energía que se utiliza en iluminación se destina a zonas que no la necesitan y en horarios en los que no hacen falta. Esto hace que el gasto de energía sea muy superior al necesario. Esto genera perjuicios a largo plazo y una disminución de los recursos naturales para la producción de energía. Algunos Ayuntamientos, han tomado conciencia sobre estos consumos y han modificado sus políticas para lograr que su iluminación municipal sea más eficiente y poder ahorrar energía.
Daños para las personas
Las luces artificiales tienen consecuencias para los seres humanos ya que la alta intensidad hace que la penetración en el ojo sea mucho más profunda que la que se emite en el suelo. Este deslumbramiento se experimenta cada vez en edades más tempranas y conlleva fatiga visual y dificulta la percepción de objetos a cualquier distancia.
Daños para los animales
Algunos animales son nocturnos y por tanto necesitan de la oscuridad para poder vivir. Si la luz es demasiado intensa hará que estos abandonen su hábitat natural con el objetivo de localizar zonas más oscuras en las que puedan desarrollarse. Por otro lado, las aves migratorias pueden ver afectados sus recorridos al encontrarse en sus caminos con estas bolas de luz que se instalan sobre las ciudades y que pueden causarles daños en la vista impidiéndoles continuar.
Soluciones para la contaminación lumínica
Ya que la causa es meramente humana, la solución también se encuentra en la mano del hombre y existen soluciones sencillas que pueden ayudar a reducirla de una manera muy eficaz sin renunciar a transitar por calles iluminadas en las horas en las que no hay luz natural.
Sentido común
Los primero que se debe aplicar es la premisa de si es necesaria la luz artificial en un determinado punto. Las luces, en muchas ocasiones no son necesarias, así que lo conveniente es que se apaguen cuando la luz natural que se percibe del exterior sea suficiente. En muchos edificios públicos las luces permanecen encendidas durante toda la jornada laboral aunque la luz que se percibe desde el exterior sea más que suficiente para desarrollar una actividad. Esto podría suponer hasta un ahorro del 90 por ciento de la energía que se consume.
Bombillas eficientes
A la hora de iluminar, es necesario recurrir a bombillas de menor intensidad pero que sean efectivas en el alumbramiento de las ciudades. Esto contribuirá a mejorar las emisiones de luz al cielo y a reducir el consumo. Lo ideal para que la luz no se proyecte hacia el cielo, es que las farolas cuente con un sistema que les permita que la luz se redireccione hacia donde realmente se necesita: el suelo y las paredes. En este caso, muchas ciudades ya han optado por la renovación de sus sistemas de iluminación municipal utilizando farolas que cuentan con paneles que son capaces de reflejar la luz y proyectarla en el lugar adecuado de manera que esta no se escape hacia el firmamento.