¿Amoniaco o lejía? En realidad, no es necesario elegir uno de los dos, ya que lo recomendable es que ambos estén en nuestro cuarto de la limpieza y usarlos según el tipo de material o el objetivo que queramos conseguir: desinfectar o limpiar. A continuación, te mostramos las diferencias entre el amoniaco y la lejía, y cuál debes usar en cada caso.
¿En qué se diferencian la lejía y el amoniaco?
La lejía es un fuerte oxidante que se utiliza en el hogar en su forma líquida. Tiene un color entre verde y amarillo, y un olor fuerte y característico. Se suele utilizar como desinfectante, decolorante y, en general, como solvente de materias orgánicas. Actúa liberando oxígeno activo que ataca y descompone las proteínas destruyendo los microbios, bacterias y mohos.
El amoniaco, por su parte, es un compuesto químico de nitrógeno que ablanda y limpia la suciedad de una gran variedad de superficies, pero no desinfecta tan bien como la lejía.
¿Cuándo y cómo hay que usar cada uno?
Lo primero y más importante que hay que saber es que estos dos productos no se pueden mezclar. Si se juntan, se produce una reacción química que genera un gas altamente tóxico denominado Cloramina que puede irritar los ojos y los pulmones.
Además, tanto la lejía como el amoniaco son muy volátiles, es decir, que pasan rápidamente a estado gaseoso. La exposición a altas concentraciones de lejía y, sobre todo, de amoniaco puede derivar en una intoxicación, por lo que siempre hay que usarlos en espacios bien ventilados y mantener alejados a los niños.
Para cualquier posible percance de este tipo, siempre es bueno contar con tu seguro de salud MAPFRE y tener una atención telefónica personalizada 24h al día.
Usos de la lejía
La lejía se caracteriza por su poder desinfectante, por lo que es aconsejable usarla después de limpiar para actuar contra gérmenes, bacterias, mohos y demás microorganismos. Pero para que no pierda ese poder desinfectante, es importante diluirla en agua fría en lugar de caliente.
¿Dónde usarla?
En el baño
El baño es la estancia de la casa con mayor presencia de bacterias. Lo aconsejable es limpiar una vez por semana todos los rincones con lejía, sobre todo el inodoro, el lavabo y el plato de ducha, y más si hay alguien en la familia con hongos o papilomas.
Además, al ser una zona húmeda con un alto nivel de condensación, puede aparecer moho, en cuyo caso hay que retirarlo con una bayeta impregnada en lejía.
En la cocina
La cocina, con el trasiego constante de alimentos crudos, es otra de las estancias más propensas a acumular gérmenes y bacterias, para lo cual la lejía es una gran aliada.
Limpia la encimera con una bayeta impregnada en lejía diluida en agua, los rincones, la basura y las tablas de cortar dejándolas en remojo con agua y unas gotas de esta sustancia.
En los utensilios de limpieza
Otra de las utilidades de la lejía es la de desinfectar los utensilios con los que limpiamos el hogar, como bayetas, estropajos y trapos. Una vez usados, lávalos a conciencia con agua y jabón. Después, déjalos a remojo en agua y lejía durante unas horas y acláralos bien.
En la ropa blanca
El poder blanqueante de la lejía hace que sea un buen producto para eliminar manchas en tejidos blancos, pero ten en cuenta que si abusas mucho de ella puede terminar deteriorando la ropa.
Usos del amoníaco
El amoniaco tiene más poder desengrasante que desinfectante, lo que le convierte en un producto muy apropiado para combatir la suciedad e, incluso, los malos olores.
¿Dónde usarlo?
En la cocina
Como buen desengrasante, el amoniaco es perfecto para usar en la limpieza de la cocina, sobre todo en la vitrocerámica o fogones, en las baldosas y en el horno.
En las ventanas
El amoniaco es también muy efectivo en la limpieza de ventanas y espejos, ya que devuelve el brillo a los cristales. También se puede usar con el mismo fin en baldosas y azulejos.
En la madera
Por extraño que parezca, también se puede usar para limpiar suelos y muebles de madera, siempre y cuando la superficie no esté pintada o barnizada. Es muy eficaz en parqués sintéticos o de recubrimiento plástico, consiguiendo un brillo espectacular.
Precauciones de uso
Ambos productos son dañinos tanto para las superficies como para las vías respiratorias, por lo que su uso sin las debidas precauciones puede provocar problemas graves que van desde la irritación de las mucosas a las intoxicaciones por la inhalación de los gases que producen. Para evitar cualquier problema con ellos recuerda:
No los mezcles nunca
Esta es la recomendación más importante que debes seguir a la hora de utilizar estos dos productos de limpieza. En ningún caso pueden mezclarse ya que su unión provoca una reacción química en la que se produce una sustancia llamada cloramina. Esta es tremendamente tóxica y en grandes dosis puede resultar letal para quien la respira.
Al inhalarse entra en contacto con el agua de las mucosas y tejidos aumentando su poder corrosivo en órganos como los pulmones o los ojos.
Usar siempre en zonas ventiladas
Tanto el amoníaco como la lejía son productos muy volátiles. Esto quiere decir que pueden pasar rápidamente de estado líquido a gaseoso e impregnarse en el aire que respiramos. Por ello, siempre deben usarse en lugares abiertos o en los que circule el aire.
Si los vas a utilizar, procura hacerlo cuando haya menos afluencia de personas en la estancia para que el vapor se pueda eliminar y evitar daños en las personas que acuden al lugar.
Usar diluidos
Son altamente corrosivos, por lo que la mejor opción es que los diluyas en agua antes de usarlos. Esto ayudará a que las superficies sobre las que los usas no se vean dañadas, pero sí queden desinfectadas y las manchas de grasa eliminadas.