El perro más feo del mundo
Avada
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Cada año en verano, la ciudad californiana de Petaluma, en Estados Unidos, se llena de seres extraños acompañados de sus dueños para participar en un concurso que ha descubierto, por un lado, verdaderas atrocidades de la madre naturaleza, y por otro, una combinación de aquello unido a los inherentes achaques de la vida de un can.
Pues sí, el objetivo de tan selecta reunión es la celebración anual (y van ya 22 ediciones) del certamen ‘El perro más feo del mundo’. Y sí, también: esto sólo puede pasar en el “país de la Libertad”.
‘El perro más feo del mundo’ se viene celebrando desde finales de los años 80’ en el contexto de la feria de Sonoma-Marin, que cada año reúne a miles de amantes de los animales y el campo para celebrar la llegada de la estación estival. El concurso canino se ha convertido en uno de los grandes eventos de la feria, sobre todo después de que hace unos años trascendiera a nivel internacional la fealdad de uno de sus ganadores: Sam, un perro chino con una más que escasa cresta, ciego y sin pelo.
Un certamen con celebridades y escándalos
De hecho, tal es el grado de popularidad que ha alcanzado del concurso, que las últimas ediciones han estado presentadas por personajes famosos. Incluso en 2006, como todo concurso importante que se precie, hubo un conato de “corrupción”, cuando un tipo se metió en la base de datos del certamen y actuó de cacique para favorecer a uno de los concursantes.
Y no debió ser por las bendiciones que recibe el “agraciado” dueño del perro más feo del mundo (que únicamente tiene que valerse de los papales del veterinario en regla para inscribir a su “fiera”), pues se embolsa unos 1.200 euros, además de obtener un contrato de un año para pasear al horrible can por revistas, televisiones y demás medios. Toda una suerte de visita.
La ganadora de 2010 fue una perrita llamada Princess Abby, de la californiana Kathleen Francis. El animal tenía como “puntos fuertes” un maltrecho ojo y unas patas traseras más grandes que las delanteras, además de tener que lidiar con su nombre. Quizás, con un Seguro para Mascotas MAPFRE, el desdichado animal hubera recibido una atención veterinaria que le hubiera aliviado estos engorros.
Al concurso principal se le unen un desfile de los perros participantes, un certamen paralelo de los perros viejos más feos o el equivalente en el apartado de canes con pedigrí. Un lujo para la vista.
¿Quién dijo eso de: “guapo por dentro…”
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